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Aportes para el debate sobre la Inteligencia Artificial

El Centro Pyme de la UNaB organizó un encuentro virtual acerca de uno de los temas que más debates genera en estos tiempos: la Inteligencia Artificial y que estuvo a cargo de dos expertos en este campo: Gabriel Baum y Alfredo Moreno, quienes, en una charla coordinada por Oscar Galante, compartieron sus conocimientos y experiencias sobre el impacto de la IA en nuestra vida cotidiana y en el futuro de las industrias.

Licenciado en informática y profesor en la UNLP, Gabriel Baum presentó una ponencia a la que tituló La revolución de la IA: La producción, el trabajo y la vida en tiempos extraños, donde expuso su tesis de que la actual coyuntura política internacional es emergente de la llamada revolución de las TICs (Tecnologías de la Información y Comunicación) y se pregunta si hay ideología en las tecnologías y por qué las TICs son como son.

Para ensayar una respuesta toma la trayectoria de tres referentes que marcaron época: Nicholas Negroponte, Donald Rumsfeld y Manuel Castells.

De Negroponte titular del Media Lab del MIT, el laboratorio más importante del mundo en la especialidad y hermano de John, la mano derecha del ex secretario de Estado Henry Kissinger, toma como referencia su rol de promotor de las TICs y el impulso al programa Una computadora por chico, una suerte de antecedente del Conectar Igualdad local.

“Una vez que la tecnología ha pasado como una aplanadora, si uno no forma parte de la aplanadora, necesariamente forma parte del camino por donde ella pasa”, sostuvo Negroponte acerca de lo irreversible del avance tecnológico.

En tanto que Donald Rumsfeld, quien fuera secretario de Defensa de Gerald Ford y George W. Bush, durante cuya gestión fue uno de los mentores de la invasión a Irak, país al que acusaron de tener armas que nunca se encontraron. “La ausencia de prueba no prueba una ausencia”, alegó en uno de los primeros testimonios globales de lo que luego se llamó la posverdad.

Por su parte, Manuel Castells postulaba que el núcleo de la economía internacional no es otro que la red global de mercados financieros basados en las TICs lo que le sirvió a Baum para exhibir la relación entre los gigantes tecnológicos y las corporaciones financieras que son propietarios de parte de las compañías hegemónicas cuyas caras visibles aparecen más asociadas con la innovación que con la especulación.

En este sentido, Baum cita algunos mitos asociados a la revolución digital: la mayor productividad, la revolución educativa, la igualdad de oportunidades, la creación de empleo de calidad a las que llama “promesas de amor” aunque, sostiene, que no se verifican en la realidad.

Al respecto, puso de relieve la postura del norteamericano Erik Brynjolfsson, director del laboratorio de Economía Digital de la Universidad de Stanford quien propone la necesidad de usar la IA no para imitar y sustituir a los humanos sino para empoderarlos mediante la generación de nuevas capacidades que sumen valor.

Otra de las fuentes citadas fue el economista del MIT Daron Acemoglu, quien relaciona la desaceleración salarial con el aumento de la automatización y la concentración económica por lo cual postula la necesidad de generar decisiones políticas para evitar que este proceso se profundice.

En esa línea, indicó que el director de Open AI, la empresa dueña de chat GPT, Sam Altman, sostiene que sobrará riqueza por lo que propuso crear un ingreso básico universal en la forma de un voucher fondeado con un impuesto del 2.5 por ciento de las acciones de las tecnológicas lo que generaría el efecto de que todos los seres humanos trabajaría, en cierto modo, para estas corporaciones globales.

Ante este panorama, la propuesta de Baum es usar la IA para pensar en el futuro con comunidad, solidaridad, unidad y organización para generar nuevas relaciones con la tecnología al tiempo que propone cambiar los objetivos de abordaje a las redes para lanzar un interrogante: ¿qué pasaría si en vez de los monopolios decidieran los trabajadores?

Extractivismo digital y monopolio del conocimiento

Por su parte, Alfredo Moreno, especialista en sistemas distribuidos, docente de las universidades de Avellaneda y Moreno y científico de ArSat recalcó que existe un colonialismo digital que somete a los colonizados al rol de ser simples consumidores de tecnologías provistas por empresas que crecieron favorecidas por las políticas de Estado que llevaron adelante los países centrales que subsidiaron el crecimiento de los hoy gigantes tecnológicos.

En ese aspecto, Moreno indicó que el proceso que desembocó en la Inteligencia Artificial comenzó en la década de 1960 y que se masificó gracias a una planificación tecnológica que transformó a empresas de Silicon Valley en eslabones de la estructura financiera global y cuyos titulares pasaron de ser investigadores científicos privados a CEOs de compañías globales.

Así, sostuvo que hoy la revolución de la IA es posible gracias a factores como el aumento de la capacidad de cómputo y procesamiento y al ancho de banda que permite trabajar en tiempo real con un “maremoto de datos” que fluye por la red.

“Todos vamos a trabajar para las grandes corporaciones digitales, dijo Baum pero hoy ya trabajamos para ellos a través de las aplicaciones gratuitas. Esta IA se nutre por ejemplo de miles de millones de datos de búsqueda”, subrayó Moreno. Y agregó: “Super computación, ancho de banda, y entrenamiento de los algoritmos, son las claves” .

También destacó la labor de las universidades nacionales y celebró la existencia de carreras estratégicas como la de Ciencia de Datos en la UNAB a las que consideró vitales tanto como para trabajar en casos de interés local y como para democratizar el conocimiento y, de este modo, evitar que los gigantes monopolicen y concentren los datos y el conocimiento.

“Hay un extractivismo del conocimiento y concentración de activos intangibles que no generan valor a los países periféricos como la economía argentina”, precisó.

Finalmente, postuló la importancia de la ciencia de datos para trabajar en forma comunitaria problemas con procesos basados en evidencia articulando con otros campos del conocimiento y concluyó al pedir: “Más debate, más educación y más pensamiento para lograr una mejor universidad que aporte soluciones”.